El nieto ‘influencer’ de Fidel Castro que agita Cuba en Instagram

Sandro Castro, nieto de Fidel, ha emergido como un polémico influencer en Instagram, desafiando las narrativas revolucionarias con su estilo de vida ostentoso. Su presencia digital refleja las tensiones sociales y económicas en Cuba, generando un intenso debate sobre privilegios y contradicciones.

En la Cuba actual, marcada por una profunda crisis económica y social, una figura emerge de entre las redes sociales para sacudir los cimientos del relato revolucionario. No es un disidente, ni un político de la oposición. Es Sandro Castro, nieto del mismísimo Fidel Castro, quien desde su perfil de Instagram, con más de 117.000 seguidores, proyecta una vida de lujos y excentricidades que choca frontalmente con la austera narrativa que su abuelo construyó. A sus 33 años, este joven se ha convertido en un fenómeno viral y en el epicentro de un acalorado debate nacional e internacional. Para muchos, su estilo de vida es la encarnación de la decadencia de un proyecto que prometía igualdad y que hoy, a través de los ojos de uno de sus herederos, muestra sus más profundas contradicciones.

Lejos del verde olivo y los discursos maratonianos, Sandro se presenta como un «creador de contenido» o «emprendedor» de la noche habanera. Su ‘feed’ es un escaparate de una realidad paralela a la que vive el cubano de a pie. En él abundan las camisetas del Real Madrid, las zapatillas Nike, los últimos modelos de iPhone, paseos en yates, fiestas en locales exclusivos y hasta alardes de conducir coches de alta gama como un Mercedes-Benz, un lujo inalcanzable para la inmensa mayoría de la población en un país con un parque automovilístico anclado en el tiempo. Esta ostentación, en medio de apagones constantes, escasez de alimentos y medicinas, y un éxodo migratorio sin precedentes, ha provocado una mezcla de fascinación, ira y perplejidad.

El nieto del comandante, nacido en 1991 durante el llamado «Período Especial», una de las crisis más severas de la historia cubana tras la caída de la Unión Soviética, parece vivir en una burbuja de privilegios. Es hijo de Alexis Castro Soto del Valle, uno de los cinco vástagos que Fidel tuvo con Dalia Soto del Valle, y creció en el exclusivo complejo residencial de Punto Cero en La Habana, un lugar mitificado y desconocido para el cubano común. Este origen, que durante décadas se mantuvo en el más estricto secreto por orden del propio Fidel para «proteger» a su familia y la «legitimidad del régimen», hoy se expone sin pudor en la era digital, generando un cortocircuito en la narrativa oficial.

La figura de Sandro no deja indiferente a nadie. Su comportamiento es visto por un amplio sector de la sociedad cubana, tanto dentro como fuera de la isla, como una provocación y una falta de respeto a la memoria de su abuelo y al sacrificio de generaciones. Anay González Figueredo, una ciudadana cubana citada por la prensa, lo resume así: «Mientras el ciudadano común sortea apagones, escasez de insumos médicos y censura, este vástago de la élite se posiciona como influencer postrevolucionario». La crítica también llega desde las filas más oficialistas. El intelectual Ernesto Limia ha llegado a afirmar que «Sandro no siente cariño por su abuelo, ni respeta su memoria», calificándolo de «imbécil» y «enemigo ideológico», unas declaraciones que han sido respaldadas por altas figuras del régimen como el exespía Gerardo Hernández.

Sandro Castro nieto de Fidel Castro

La paradoja de un ‘influencer’ revolucionario

Lo que hace especialmente complejo el fenómeno de Sandro Castro es su ambigüedad. No es un opositor declarado al sistema; de hecho, en ocasiones se ha autodefinido como un «joven revolucionario». Sin embargo, sus acciones y su discurso online a menudo coquetean con la crítica velada y la ironía, desafiando los límites de lo permitido. Esta dualidad lo convierte en una figura incómoda para el poder, que no sabe muy bien cómo catalogar o controlar a este heredero díscolo.

Críticas veladas y humor excéntrico

En sus publicaciones, Sandro ha llegado a criticar el aumento de las tarifas de internet en la isla o la escasez de productos básicos como el pollo. En un gesto que desconcertó a muchos, publicó un vídeo pidiendo al expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, que diera una oportunidad a los emigrantes cubanos, afirmando que «patria es humanidad». Este tipo de mensajes, mezclados con un humor a menudo absurdo y personajes extravagantes como «Vampirach», un alter ego vampírico con el que realiza sketches, crean un perfil desconcertante. Para algunos, es simplemente un «bufón privilegiado»; para otros, sus actos son la expresión más honesta del agotamiento y la falta de credibilidad del discurso oficial.

El incidente del Mercedes-Benz

El punto de inflexión en su notoriedad llegó en marzo de 2021, cuando se viralizó un vídeo en el que se grababa conduciendo un Mercedes-Benz a alta velocidad. En el clip, se le oía decir: «Nosotros somos sencillos, pero de vez en cuando hay que sacar estos jugueticos que tenemos en casa». La frase desató una tormenta de indignación en las redes sociales. La presión fue tal que Sandro se vio obligado a publicar un vídeo de disculpa, alegando que el coche no era suyo sino de un conocido y que todo había sido una «broma». Sin embargo, el daño a la imagen de la élite gobernante ya estaba hecho, y su nombre quedó para siempre asociado al privilegio y la desconexión con el pueblo.

La vida en la «burbuja» de la élite

El estilo de vida de Sandro no es una excepción, sino la confirmación de una realidad que muchos cubanos sospechaban: la existencia de una casta privilegiada que vive al margen de las penurias del resto. Gestiona bares y discotecas en La Habana, locales con precios en divisas y un consumo mínimo que equivalen a varios salarios mensuales de un trabajador medio. Mientras la mayoría de los jóvenes de su generación ven la emigración como única salida, Sandro presume de fiestas, ropa de marca y una libertad de la que carecen sus compatriotas. Esta ostentación no solo genera resentimiento, sino que también socava la legitimidad moral del sistema que fundó su abuelo sobre los pilares de la igualdad y la humildad.

El símbolo de una Cuba en plena transformación

La figura de Sandro Castro puede analizarse desde múltiples perspectivas, pero todas convergen en un punto: es un síntoma de los profundos cambios y contradicciones que atraviesa la sociedad cubana. Su existencia y popularidad solo son posibles en la Cuba de internet, una Cuba que se ha conectado al mundo y que ya no puede ser controlada por el monopolio informativo del Estado.

El contraste generacional

La brecha entre Fidel Castro y su nieto es abismal y simbólica. Donde uno construyó un discurso antiimperialista y de confrontación con Estados Unidos, el otro posa con una bandera estadounidense de fondo o se disfraza en Halloween. Donde uno veía en el sacrificio y la austeridad las más altas virtudes revolucionarias, el otro exhibe un materialismo y un hedonismo propios de la sociedad de consumo que el comandante tanto denostó. Sandro representa a una tercera generación de la revolución que no vivió la gesta de Sierra Maestra y que parece más interesada en las tendencias de TikTok que en la doctrina marxista.

AspectoFidel Castro (El ideal revolucionario)Sandro Castro (La realidad del ‘influencer’)
VestimentaUniforme militar verde olivoCamisetas de marcas, equipos de fútbol (Real Madrid), ropa de diseño
DiscursoAntiimperialista, socialista, austeroHedonista, ambiguo, con críticas veladas y humor en redes
TransporteMercedes Benz 500 SEL (con discreción)Exhibición de Mercedes-Benz y otros lujos en redes sociales
Estilo de vidaHermetismo sobre su vida privadaExposición pública de fiestas, lujos y vida nocturna
Relación con EEUUConfrontación política y económicaCelebración de Halloween, uso de la bandera como fondo en fotos
ComunicaciónDiscursos públicos, control de medios estatalesInstagram, TikTok, ‘reels’ y ‘stories’

El fin del hermetismo y el futuro incierto

Durante décadas, la vida de la familia Castro fue uno de los secretos mejor guardados del régimen. La irrupción de Sandro en la escena pública ha dinamitado ese secretismo, mostrando las grietas de una estructura de poder que envejece y pierde el control sobre su propio relato. Su figura, a medio camino entre la provocación y la parodia, es percibida por muchos analistas como más dañina para el régimen que la de muchos disidentes, precisamente porque la crítica viene desde dentro, desde el linaje del fundador.

La pregunta que muchos se hacen en Cuba es qué representa realmente Sandro Castro. ¿Es la caricatura final de una revolución fallida, un «caballo de Troya» que expone las miserias del sistema desde sus entrañas? ¿O es simplemente un joven privilegiado y ajeno a la historia que le precede? Quizás sea una mezcla de todo ello. Lo que es innegable es que, con cada publicación, con cada vídeo viral, Sandro no solo se define a sí mismo, sino que también redefine, para una nueva generación de cubanos, el significado de apellidarse Castro. En la Cuba de 2025, el debate ya no está solo en la calle o en los círculos intelectuales; está en el ‘scroll’ infinito de una pantalla de móvil, donde el nieto del comandante se ha convertido, para bien o para mal, en el rostro más visible y polémico de la isla.